En esto radica la esencia más íntima del ser humano y lo que nos hace diferentes de cualquier otro animal. ¿A qué viene esto? os preguntaréis… Pues a que esta cualidad es precisamente el motor de nuestra empresa. Sin imaginación no puede haber creatividad y sin ella no cabe el diseño.
Cuando imaginamos un bolso le damos vueltas y más vueltas a la cabeza pensando cómo podemos plasmar la idea que se nos ha ocurrido, qué variantes puede tener , por dónde le pondremos las asas, qué lo puede hacer destacar… ¿tal vez el material? En cuero, ante, lona… El detalle añadido. Si es de primavera/verano, el color… Y mucho antes de empezar con los patrones, empezamos bocetando en una cuartilla con un simple lápiz . Así es como se empieza cualquier clase de creación, aunque esto sucede ahora con toda nuestra formación y tecnología.
En Japón, donde estuvimos hace unos años, descubrimos con asombro como usan un simple pañuelo; eso sí, de maravillosas telas y estampados para hacer sus típicos bolsos de mil formas distintas sólo con los nudos que les hacen.
Creednos, es sorprendente. Ellos los llaman Furoshiki y empezaron usándolos hace muchísimos años para proteger algún paquete, guardar la ropa cuando iban a los baños públicos a los que los japoneses son tan aficionados. Después se ha convertido en costumbre nacional y aseguramos que jamás habíamos visto nada parecido en cuanto a creatividad e imaginación dándole vueltas a la misma idea. Nuestras abuelas también usaban los pañuelos “mandaderos” para llevar cosas al tinte o transportar ropa en los viajes ya que las maletas eran objetos de gran lujo.
Aquí os dejamos un gráfico donde explica cómo doblar la tela para darle formas distintas:
No son nuestros bolsos, está claro… Pero sí nos ayuda a pensar y pensar cómo vamos a sorprenderos con nuestras ideas y nuevos diseños. Al menos, en el blog, esperamos distraeros y transmitir algo de lo que nos ocupa. ¡Hasta la próxima! 😉